LA HUELGA DE HARRY WALKER: UN EJEMPLO DE LA AUTONOMIA OBRERA EN BARCELONA 

Se tiende a considerar por ciertos sectores de opinión, de forma harto acrítica, al régimen dictatorial franquista como un sistema político que fue impermeable a las reiteradas acometidas que las fuerzas antifranquistas ejercieron de formas diversas para llevar a cabo su derrocamiento definitivo. Como ejemplo de esta argumentación factual se nos muestra sistemáticamente la prueba empírica más visible que sería la muerte del dictador en 1975, todavía al mando de una nave política algo varada y sobre la que ya se había elegido un reemplazo monárquico que todavía en la actualidad nos sobrevive.

A partir de este razonamiento, simplista y sin matices, que incluso podría servirnos para una charla desacomplejada sobre nuestra reciente historia, podríamos llegar a conclusiones algo ilusas tanto en lo que se refiere a la conflictividad creciente de los últimos años del franquismo como asimismo sobre lo que posteriormente se vino en llamar la “transición democrática” y del que este régimen actual es su principal heredero natural.

Y cuando sobre procesos históricos complejos tendemos a hacer reduccionismos simplones que nos pueden ayudar a reforzar algunas tesis de corte parecido nos podemos dejar por el camino histórico real algunas apreciaciones que pueden ser importantes para la historia concreta. Así y para reafirmar nuestro razonamiento, por ejemplo, sobre los últimos estertores del régimen franquista se dieron una multitud de luchas de sectores sociales populares que ciertamente sin acabar “factualmente” con el sistema político franquista fueron capaces de horadarlo y agrietarlo de una manera bastante perceptible.

La huelga de los trabajadores de la empresa Harry Walker ocurrida en Barcelona durante  el mes de diciembre de 1970 hasta febrero de 1971 ha sido uno de esos muchos capítulos ignorados o “minorizados” que la historia del antifranquismo popular nos ha dejado como prueba palpable de esa persistente e imparable vía de agitación social que fue ampliándose progresivamente en Cataluña y también en la mayor parte del estado español en sus últimos años  y que ayudaron a erosionar al régimen en su sanguinario y terrible “modus vivendi”.      

Asimismo la huelga de los trabajadores de Harry Walker, tiene también especial relevancia histórica por haber generado una nueva dinámica de lucha obrera y/o social en el marco del plural imaginario socio-político antifranquista. Crítico contra el dirigismo testimonial de las “vanguardias leninistas” redentoras y haciendo hincapié en la capacidad de la clase obrera “concreta” por generar sus propias dinámicas de lucha y movilización mediante asambleas y auto-organización, dichos trabajadores fueron capaces de movilizar a buena parte de la oposición antifranquista en la provincia de Barcelona al calor de una resistencia obrera de gran calado social. Es lo que otros autores, han afirmado con mejor precisión conceptual, como una de las señas de identidad de la “autonomía obrera” encarnada en un proceso de lucha que serviría de ejemplo y que se iría extendiendo en el seno del movimiento obrero catalán con influencias ideológicas muy variadas y “tiempos históricos” diferentes.

Este pequeño libro escrito por Joan Font y editado en 1972 en la ciudad de Paris por las “Edicions Catalanes de Paris” intenta ser la crónica detallada y precisa de dicha lucha y se añade a la labor propagandística que otro libro auto-editado por los propios trabajadores de Harry Walker ejercieron en plena dictadura franquista sobre la experiencia de la lucha social llevada a cabo, para que sirviera de testimonio y ejemplo a las “posibles” nuevas luchas que pudieran desarrollarse en el marco del movimiento obrero catalán.

Como nos indica el propio libro en una cita expresa, intentando contextualizar el momento socio-político que se estaba viviendo, estamos ante una huelga que tuvo un carácter transgresor en el panorama sindical y político del antifranquismo militante de aquellos momentos:

“Aquesta vaga mantinguda a la Harry Walker, de Barcelona, des del mes de desembre de 1970 al de febrero de 1971, com les altres d´aquests darrers anys, demostra l´aparicio a Catalunya d´un nou sindicalisme que ha sabut crear novament una organitzacio, uns quadres, un nou estil i una nova estrategia, en la clandestinitat i sota la repressio policiaca, patronal, falangista i del “Tribunal de Orden Público”, després de la desfeta de 1939 i de la salvatge repressio dels anys quaranta que deixà sense direccio i quadres a la massa obrera catalana vençuda pel feixisme franquista, i la posà a la mercè dels “Sindicatos Verticales de Falange Española” (CNS).

Aquest nou moviment sindical, que s´ha sabut adaptar perfectament a les dificils circumstáncies actuals, continua la vella historia –gloriosa i trágica- del moviment obrer catala i forja el futur de la clase treballadora catalana.”

 

El desarrollo histórico de la “autonomía obrera”, de la que la  huelga de los trabajadores de Harry Walker no fue más que un importante botón de muestra, se había iniciado a principios de los años 60 del siglo pasado en Asturias mediante el inicio sorpresivo de un movimiento asambleario que fue extendiéndose progresivamente en el estado español al margen del sindicalismo franquista a través de unas iniciales “Comisiones Obreras” todavía no mediatizadas por ningún partido o grupo político antifranquista. Con mayor o menor éxito durante esta nueva movilización social y laboral, la expresión “asamblearia y autónoma” del movimiento obrero tuvo que superar dos grandes dificultades, de signo totalmente distinto, para que dicha corriente auto-organizativa fuera tomando cuerpo y arraigando progresivamente en las clases populares de los diversos pueblos del estado español.

La primera dificultad a vencer seria la persistente y dura represión que la dictadura franquista ejercía sobre los movimientos reivindicativos de carácter popular que se produjeran en la sociedad española. Cualquier demanda social, por mínima que fuera, que aspirara a mejorar el nivel de vida de las clases populares, a través de luchas de tipo laboral, vecinal o estudiantil fue tratada como un “asunto subversivo” que había que eliminar de forma fulminante y sin ningún miramiento. Al margen de la propia represión patronal, que se ejercía masivamente en contra de los más significados trabajadores en las luchas obreras, existía la generalizada represión del sistema franquista que utilizaba un gran arsenal intimidador: palizas y torturas en la Comisaría de Policía o de la Guardia Civil y utilización generalizada de balas de goma o fuego real que en algunos casos acabaron con la vida de muchos obreros y estudiantes que manifestaban su rechazo al régimen. Estamos ante una situación histórica, la de los sangrientos últimos años del franquismo, donde la represión se ejerció de una forma amplia y sistemática ante la cada vez mayor fuerza movilizadora que los movimientos antifranquistas habían ido adquiriendo en esta fase terminal del régimen  franquista.

La segunda dificultad a superar, esta obviamente de menor peligro para la integridad física de los militantes y del movimiento obrero autónomo, estaría ligada a la compleja y cambiante “correlación de fuerzas” del antifranquismo político militante. En aquellos momentos, de principios de los años 70, la expresión “autónoma” del movimiento obrero tenía una capacidad limitada en su actuación y no era ni mucho menos la práctica mayoritaria sobre la que se desarrollaba la lucha antifranquista y anticapitalista. Las ideologías dominantes del variado movimiento antifranquista estaban ancladas conceptualmente en diversos partidos o grupos del ámbito “marxista-leninista”, que en muchos casos a su vez estaban enfrentados entre sí y que luchaban constantemente por conseguir espacios de hegemonía dentro del movimiento obrero más activo y/o radical.

La expresión “autónoma” del movimiento obrero que intentaba arraigar en el seno de las clases populares, tuvo que luchar persistentemente contra los diversos “vanguardismos redentores”, para asentar un movimiento obrero capaz de auto-organizarse y ser dueño de sus propias luchas en el camino de una autentica emancipación social, tanto del franquismo como régimen político dictatorial, como del capitalismo como régimen económico que lo sustentaba y apoyaba.

Como indicaron dos de los más conocidos defensores de la “autonomía obrera”, Antonio Sala y Eduardo Durán en su libro “Critica de la izquierda autoritaria en Cataluña 1967-1974” (Ediciones Ruedo Ibérico, 1975) era necesario tener en cuenta una serie de reflexiones críticas en torno al movimiento obrero en los años finales del franquismo en Cataluña para su mejor comprensión y su dinamización insumisa.

Extraemos del mismo dos argumentaciones que consideramos adecuadas para entender algunas de las preocupaciones más persistentes de los militantes de la “autonomía obrera” en su intento por “armar” un discurso coherente que galvanizara a una pujante corriente autónoma que se estaba consolidando en el movimiento obrero en el estado español y que en cierta forma la huelga de los trabajadores de Harry Walker había ayudado a extender en sus posibilidades de actuación y también en sus formas de organización:

“Es preciso acabar con una serie de mitos introducidos por la tendencia autoritaria y prestigiados por la antipropaganda del régimen franquista, que conservan aún audiencia entre la mayoría de militantes obreros. Nos referimos al mito del partido leninista como máxima expresión de la organización eficaz; al mito del carácter científico de su ideología y al mito de los modelos propuestos más universalmente (revolución rusa y china) (…)

(…) Es preciso realizar una revolución permanente en nuestra vida cotidiana, politizándolo todo. La política no es el dominio de los especialistas, la política es la vida misma. Cambiando las relaciones entre las personas, según las ha impuesto la sociedad capitalista, empezaremos a prefigurar ya de algún modo lo que serán esas mismas relaciones en una sociedad socialista. Este aprendizaje debe realizarlo la clase obrera con su experiencia propia, irreemplazable. Nuestra experiencia particular es una parte de esa experiencia total. Una parte muy pequeña, pero que tiene lugar en un momento privilegiado, como el que ha visto el nacimiento de las Comisiones Obreras y el de casi todos los grupos que existen aún; y en un lugar también privilegiado, como es Barcelona, cuna y vanguardia del movimiento obrero de nuestro país.” (Pag. XI y XII).

Creemos, para acabar, que estas acertadas reflexiones nos indican de forma rotunda y clara los deseos y anhelos que albergaban buena parte de los militantes de la “autonomía obrera” en su pasión por generar organismos sociales auto-instituyentes del cambio social en el camino hacia un nuevo tipo de socialismo “antiautoritario”.

Creemos también que en la actualidad a través de nuevos relatos antagonistas y obviamente también con un nuevo lenguaje muchos de aquellos militantes de la “autonomía obrera” siguen horadando persistentemente la “realidad” del capitalismo “fatalmente” innecesario que nos envuelve.

     

 

EQUIP CEDALL (Septiembre 2012)

 

 

 

 

 

Página inicial       Documentación       Transición