LAS COLECTIVIZACIONES O LA REVOLUCIÓN ECONÓMICA DESDE ABAJO

 

Antoni Castells Duran, autor del libro “Les col.lectivitzacions a Barcelona 1936-1939” publicado en el año 1993 y que hemos digitalizado como grupo de historia del CEDALL, es sin ningún genero de dudas uno de los más conocidos historiadores en nuestro país en relación a esta temática. Su análisis preciso en el desarrollo y evolución de las colectivizaciones en los sectores industriales de la ciudad de Barcelona y su conurbación metropolitana (Badalona, etc...) sigue siendo a día de hoy una herramienta de gran utilidad para conocer la “revolución económica desde abajo” que se fue configurando en el estado español durante el desarrollo de la Guerra Civil (1936-1939) en multitud de pueblos y ciudades de la llamada zona republicana.

 

Asimismo, y para darle la importancia que se merece, podemos afirmar que las colectivizaciones como proyecto alternativo económico fueron también conocidas fuera del estado español, como una de las experimentaciones revolucionarias de mayor calado en el campo de la transformación social en lo que hace referencia a los postulados emancipadores de la clase trabajadora durante el siglo XX en la Europa Occidental.

 

Podría parecer exagerada esta afirmación. Nada más lejos de la realidad, por poner un ejemplo de la importancia que tuvo la lucha contra el fascismo y la transformación de la sociedad en un sentido libertario es oportuno citar el caso ejemplar de uno de los intelectuales que mayor peso argumental sigue teniendo a día de hoy en la denuncia del capitalismo global realmente existente.

Nos estamos refiriendo a Noam Chomsky, intelectual norteamericano y anarquista comprometido, que en muchas de las entrevistas que se le han hecho a lo largo de su dilatada carrera como activista social siempre ha indicado que la revolución libertaria desarrollada en España fue uno de los hechos históricos que más le marcaron en la conformación de su ideario  anarcosindicalista.     

 

Siguiendo con Toni Castells,  queremos detallaros la bibliografía sobre dicho autor en relación a la temática colectivizadora y que esta recogida en dos libros que son complementarios de la temática en cuestión. El primero de ellos se titula “Las transformaciones colectivistas en la industria y los servicios de Barcelona (1936-1939)” (F.S.S.,1992). Y el segundo se titula “El proceso estatizador en la experiencia colectivista catalana (1936-1939)”  (Nossa y Jara, 1996) siendo un estudio de mayor penetración histórica que intenta indagar sobre las dinámicas colectivizadoras y los intentos de “control” y “estatización” por parte de los nuevos poderes políticos que se iban instaurando.  

 

Las colectivizaciones, para definirlas en términos generales, fueron procesos variados de revolución económica y social dirigidas por los trabajadores, tanto de la ciudad como del campo, que tenían como objetivo “socializar” desde la base tanto los medios de producción como los nuevos procesos de trabajo que se irían desarrollando en los tres años escasos que duró la experiencia colectivizadora.

 

Se trataba fundamentalmente de llevar a cabo, en unas condiciones de guerra realmente difíciles, muchas de las ansias y anhelos que latían en el seno de la clase trabajadora catalana y española desde hacia mucho tiempo. Por decirlo con palabras sencillas se trataba de recuperar y repartir equitativamente el producto del trabajo que los obreros realizaban con su esfuerzo diario. 

 

Esta nueva “socialización” no fue ordenada, por lo menos en sus inicios, por ningún organismo político o sindical jerárquico superior, y fue en cierta manera la expresión espontánea de la clase trabajadora ante la nueva situación política creada a raíz del golpe de estado militar promovido por los sectores reaccionarios y fascistas españoles.

 

 

No es este el lugar para incidir detalladamente en las múltiples formas en las que se fue encarnando el proceso colectivizador en diversos pueblos y ciudades de la geografía española. A modo de ejemplo, en relación al papel de la moneda, podemos afirmar que hubieron procesos colectivizadores que anularon el papel de la moneda, otros que crearon una moneda propia y por último otros que utilizaron la antigua moneda de la II Republica para sus transacciones económicas y comerciales. Otro tanto podríamos apuntar en relación a la organización interna de las colectivizaciones, que si bien en su mayoría tenían un marcado sesgo autogestionario y de democracia directa, también podríamos afirmar algunas diferencias en lo que respecta a su gestión diaria o a la renumeración del trabajo en función de criterios y casuísticas diferentes.

 

Podemos manifestar, sin ningún genero de dudas, que el impulso mayoritario en relación a la puesta en marcha de las colectivizaciones industriales y campesinas  provino de las diversas sensibilidades libertarias que actuaban en el estado español (CNT, FAI, JJ.LL. y Mujeres Libres). Pero nos equivocaríamos en el análisis histórico si pensáramos que únicamente los sectores libertarios eran favorables a las colectivizaciones como nueva práctica económica alternativa al anterior capitalismo cerril en su vertiente industrial o agrícola.

 

En buena manera, y sobre todo en los inicios del proceso colectivizador, también había un clamor anhelante de cambio social, en el interior de las diversas sensibilidades del variado espectro marxista, especialmente aquellas que estaban relacionada con el POUM, con la izquierda socialista del PSOE o con grandes sectores de la UGT (de claras simpatías socialistas).

 

Hemos de pensar, para situarnos históricamente, que después del levantamiento militar fascista del 18 de julio de 1936, apoyado en gran medida por la burguesía industrial y terrateniente, en las zonas en las que no venció el golpe militar se produjo una situación de claro “vacío” político y económico. Este “vacío” social fue en buena parte “ocupado” por las fuerzas sindicales del movimiento obrero que tenían mayor arraigo y peso en la clase obrera española (CNT y UGT) para desarrollar los procesos de movilización y lucha contra la reacción conservadora y asimismo para poner en marcha la nueva forma revolucionaria de gestionar la economía.

 

Otra cuestión a analizar, podría ser la evolución o mejor dicho involución que las colectivizaciones sufrieron a lo largo del proceso revolucionario, claramente perjudicadas por las correlaciones cambiantes de las fuerzas políticas, sindicales y sociales a lo largo de la Guerra Civil. En cierta forma desde los “poderes” que progresivamente se fueron asentando en los espacios políticos de mayor importancia, se tendió a aminorar y a boicotear los procesos de la “revolución desde abajo” y del cual las colectivizaciones era una de las señas de referencia más importantes. En este sentido hay que destacar el papel regresivo y “contra-revolucionario” que fueron tomando tanto el PCE-PSUC como los sectores moderados del republicanismo español hacia los primeros impulsos libertadores y las nuevas formas políticas y económicas que se habían ido creando en los primeros momentos de la Guerra Civil.

 

 

Para acabar, y cambiando de tercio, queremos reafirmar el gran trabajo de investigación histórica que Toni Castells ha realizado en este libro que os mostramos y que es un ejemplo de rigurosidad e innovación en el análisis de la experiencia colectivizadora de la ciudad de Barcelona. Como todos sabemos la ciudad de Barcelona, sobre todo en lo que respecta a la historia de sus últimos ciento cincuenta años, ha sido uno de los grandes focos de experimentación cultural y social tanto de los movimientos progresistas en general como de los movimientos libertarios en particular.       

 

Poco más que añadir por nuestra parte; ahora a vosotros lectores os toca palpar y seguir conociendo y practicando el sentido critico sobre la realidad pasada y sobre la realidad presente que nos envuelve.

 

 

 

 

 

 

 

EQUIP Cedall (Octubre 2010)

 

 

 

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